La política es forzosamente un proceso de negociación, de estructuración de alianzas entre grupos antes opuestos a través de concesiones mutuas, omisiones oportunas, la necesidad de archivar planteos irrenunciables. Sin tales transacciones ningún país sería gobernable. Sin embargo, este interminable y odioso regateo político, ha llevado paradójicamente a nuestro país a un debilitamiento institucional crónico, donde la gobernabilidad se hace cada vez más difícil, donde cada decisión del Ejecutivo es cuestionada y sometida al chantaje político.
Nuestra política exterior es un ejemplo palpable de los desaciertos y los manoseos recíprocos entre el Gobierno y el Legislativo, Brasil, Uruguay, Perú y Bolivia aún no cuentan con un represente oficial de nuestro Gobierno. En Brasil, por ejemplo, nuestra representación diplomática desde hace cuatro años se encuentra virtualmente acéfala. La bancada de UNACE sigue objetando el nombramiento de Avelino Fernández Arévalo, como embajador en Basilia, por su avanzada edad (80) años, aunque todos entienden que dicho partido pretende la representación diplomática paraguaya en Brasil.